TARDE DE TOROS
Se despertó aturdida de la siesta y con un calor aplastante se echó a la calle. Diez pesetas en el bolsillo y en el centro de su frente la imagen del puesto de berenjenas, pero a esa hora igual daba, no estaría abierto.
Aún se saboreaba el olor acre de la pólvora de la noche anterior, las carretillas rastreras a medio quemar esparcidas allí y acullá.
Llegó hasta el pretil y continuó hasta el kiosco del parque. Su tío Mateo colocaba las cajas de botellines vacíos. Con la colilla en los labios , la miró y mascullando un "pero muchaaacha...¿ande vas?".Y malhumorado y cansino, le espetó :
"... ¡anda y cómete un helao .!.".
A lo lejos, la música de la subida a los toros llegó como una fresca diana.
Aún se saboreaba el olor acre de la pólvora de la noche anterior, las carretillas rastreras a medio quemar esparcidas allí y acullá.
Llegó hasta el pretil y continuó hasta el kiosco del parque. Su tío Mateo colocaba las cajas de botellines vacíos. Con la colilla en los labios , la miró y mascullando un "pero muchaaacha...¿ande vas?".Y malhumorado y cansino, le espetó :
"... ¡anda y cómete un helao .!.".
A lo lejos, la música de la subida a los toros llegó como una fresca diana.
Echó a correr hacia la plaza sin despedirse.
Ir al lado de la banda con la reina y las damas subiendo a los toros era lo mejor.
Clara Serrano
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